Hace no mucho tiempo, escuché una frase que decía “Todos tenemos 2 vidas. La segunda comienza cuando te das cuenta de que sólo tenemos una”.
Dicen que fue Confucio (551 a.c) el primero en darse cuenta de esto y transmitirlo de una forma tan clara.
Aunque a veces suenan vacías, me gusta leer estas frases escritas como si fuesen titulares de un periódico. Porque igual que una canción, una sola línea o una sola estrofa es capaz de transmitir sentimientos que a veces no logramos explicar con nuestras propias palabras.
Transmiten sentimientos universales, que cualquiera en algún momento de su vida, puede sentir que fueron escritas para ellos. No importa que alguien las pronunciase hace más de 2.000 años, como en este caso. Confucio ya pensaba en cómo me iba a sentir yo y muchas otras personas unos cuantos años más tarde.
Hay cosas que me cuesta aprender. Caigo en los mismos errores una y otra vez hasta cambiar mi forma de actuar. Seguramente por eso, me costó 28 años darme cuenta de que la vida se acaba rápido y creo que no fue hasta los 31 cuando comencé a actuar en consecuencia.
Es diferente darte cuenta de algo que actuar para cambiarlo. Ambas cosas pueden no darse a la vez, o incluso puede que no llegues nunca a actuar. Antes tienes que saber qué debes hacer para llegar a dónde quieres. Esto parece algo obvio, pero en la práctica no lo es tanto.
¿Y si todo se acaba mañana? Fue entonces cuando comencé a entender que esto era una posibilidad real. Creo que a todo el mundo le llega este momento. En el que comienzas a tener ansiedad, impaciencia porque las cosas sucedan y a no dormir algunas noches pensando en las cosas que te gustaría que fuesen diferentes si ese momento llegase mañana.
Y no me refiero a hacer un listado de cosas que hacer antes de los 30, de países que visitar antes de morir o todo este tipo de listas que se encuentran en Internet.
Para mí, eso no tiene sentido. No es mi forma de afrontar esta realidad. Porque cada uno tiene unas aspiraciones diferentes y unas etapas en la vida que no dependen sólo de una edad, como para poder resumirlo en listas sobre lo que hay que hacer y lo que no. Pensando que con eso ya es suficiente para completar una vida.
Afrontar esta realidad significa ir decidido a por las cosas que quieres. Darlo todo para hacer que sucedan y no quedarte a medias entre lo que quieres y lo que podría ser. Porque al final, no consigues nada si no tienes decisión.
Darme cuenta de esto, para mí implicó comenzar una segunda vida. Hasta entonces, no ponía demasiado empeño con muchas cosas que iniciaba o que quería. Me acercaba a ellas, pero las dejaba pasar. Seguramente, pensaba que ya tendría tiempo para hacerlas en un futuro.
Pero cada vez la pregunta era más frecuente, y la impaciencia mayor, ¿Y si todo se acaba mañana? Pensaba entonces en las cosas que habría dejado a medias, sin hacer o sin decir. Y que se acabarían conmigo.
Hay una canción que dice así “Hay un fuego dentro que nos guía desde niños. La llama se quema si detrás no hay un latido. Hay un fuego dentro y será vuestro peor enemigo”.
Me gusta escuchar esa canción con frecuencia, porque para mí, esa segunda vida comienza cuando sabes interpretar y dejas salir el fuego que llevas dentro.
Eso que resume aquello que siempre hemos querido hacer con nuestra vida. Y que en un momento determinado, aprendes a interpretarlo. Algunos a los 20 años, otros a los 30 y otros pasan una vida entera sin sentirlo.
Y cuando lo sientes, comienzas de nuevo. Te tomas la vida en serio. Sabiendo que no hay tiempo y que tienes que ir sin contemplaciones a por lo que quieres. Asumiendo todas las dificultades que nos va a implicar llegar hasta allí.
Y sólo así, dejé de hacerme esa pregunta tan incomoda. Porque si todo se acabase mañana, podría estar tranquilo de haber seguido ese fuego. De haberlo intentado todo para que la llama nunca se apagase.


Leave a reply to A tinta china Cancel reply