Intento vivir la vida con pasión. Con intensidad. Pasión por el momento, por lo efímero y por aquello que muchas veces pensamos que durará para siempre.
Intensidad disfrutando de cada momento que vivimos. En especial, de las cosas más sencillas. Del ahora, que es lo único que tenemos.
Intento pensar que nunca será la última vez, pero vivo como si cada momento fuese a ser el ultimo.
Porque no sabes cuando será el último beso, el último paseo con esa persona, la última reunión con esos amigos, la última despedida o la última vez que visites ese lugar.
Y no quiero saberlo. Porque uno sólo es consciente de lo que ya no tiene una vez que ha pasado un tiempo.
Me gustan las personas con dudas, los inconformistas y los poco convencionales. Aquellos que encuentran una obsesión, un fin por el que sacrificarse. Aquellos que se sienten perdidos y no paran hasta encontrar un camino. Y cuando se equivocan, vuelven otra vez a buscarlo. Aquellos que cuestionan a diario cada una de sus creencias.
Porque pienso que son ellos los que son capaces de sentir la vida de esta misma manera.
Me gusta la improvisación. La ausencia de prejuicios y expectativas iniciales.
Fijarme un plan establecido me genera frustración. Porque la realidad difícilmente va a ser igual que el ideal que teníamos fijado.
Me gusta hacer que sucedan las cosas que un día imagine. Disfrutarlas y luego recordarlas con la misma intensidad con la que fueron vividas. Una y otra vez. Me ayuda a recuperar esas mismas sensaciones. Y buscar entonces nuevas emociones.
A menudo, los deportistas dicen que disfrutan más de sus triunfos una vez pasado un tiempo. Cuando recuperan las sensaciones de ganar un trofeo y recuerdan el camino recorrido hasta conseguirlo.
Porque un recuerdo es la sensación más fuerte que podemos guardar. Lo prefiero a una foto. Un recuerdo no se olvida, por mucho que pasen los años. La sensación con la que viviste siempre queda presente.
Esto me lleva en muchas ocasiones a la obsesión por capturar la esencia de un momento, retenerlo y ser capaz de guardarlo para siempre en mi cabeza. Es una forma de no perderlo nunca.
He aprendido que esta forma de vivir es la única forma de conseguir que todo perdure. De alargar los momentos que vivimos. Porque siempre puede ser el último, pero nunca lo es.
Y cuando realmente todo se acabe, podré decir que lo disfruté. Y lo recordaré para que nunca se vaya de mi cabeza. Y me adaptaré de nuevo para seguir disfrutando del momento. Hasta que todo se acabe.


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